La Dieta Mediterránea
Una auténtica filosofía de vida


¿Es lo mismo desayunar una rebanada de pan con tomate y jamón serrano en una terraza de Ibiza, que en un refugio alpino de Los Alpes? ¿Encontráis alguna diferencia en tomarse unos pimientos rellenos en el café Pizzi de Estambul (Turquía) o hacerlo en Sidney, Australia? ¿Se puede degustar una paella de la misma manera en la Costa del Sol que en Nueva York City?

Si creéis que verdaderamente no existe ninguna diferencia, no sigáis leyendo esta nueva sección de Almogàver porque la Dieta Mediterránea es algo más que una forma de alimentarse, es una filosofía de vida.

El símbolo de un estilo de vida

A través del comercio marítimo, los productos y las tradiciones de griegos, romanos, fenicios, cartagineses, árabes y orientales se han cruzado durante siglos, enriqueciéndose mutuamente y configurando lo que hoy conocemos como Dieta Mediterránea. Un concepto que va más allá de la utilización de determinados ingredientes o recetas, encontrando su pleno sentido en comunión con el clima, la geografía, las costumbres y los modos de vida de los pueblos del Mediterráneo.

La comunidad científica internacional reconoce unánimemente las ventajas del consumo abundante de aceite de oliva, legumbres y frutos secos, de cereales, frutas, verduras y pescado, y del uso moderado de vino, cava y carnes frescas y curadas. Algo que la sabiduría de nuestros antepasados había descubierto hace muchos cientos de años y que hoy contribuye a la reducción de enfermedades cardiovasculares y de algunos tipos de cáncer, principales causas de mortalidad en los países industrializados.

La dieta mediterránea es una filosofía de vida basada en:


La Asociación para el Desarrollo de la Dieta Mediterránea

 

Los valores de la cultura gastronómica mediterránea y de su estilo de vida son un valioso patrimonio a conservar, y precisamente con ese objetivo nace la Asociación para el Desarrollo de la Dieta Mediterránea, un proyecto de gran alcance creado para fomentar el conocimiento, el estudio y la divulgación de la Dieta Mediterránea, y destinado a integrar y coordinar iniciativas relacionadas con ella, para defenderla como patrimonio que es.

Como primer paso para ese objetivo, está la Declaración de Barcelona sobre la Dieta Mediterránea, avalada por la FAO y elaborada bajo la Presidencia de S.M. Don Juan Carlos I, Rey de España, y proclamada en la Feria Alimentaria de Barcelona en marzo de 1992, en la que se establecen los derechos alimentarios del Hombre.

 

 


Dieta mediterránea y salud

No poco se ha hablado de los beneficios del aceite de oliva, del vino, de los frutos secos y demás componentes de la alimentación mediterránea para la salud humana. Desde luego la dieta recomendada en la actualidad, contemplada desde una perspectiva de la salud, corresponde a lo que se llama "dieta mediterránea". Pero ¿sabemos realmente en qué consiste realmente esta dieta? Para muchas personas la dieta mediterránea es lo que habitualmente se come en los países que bordean el Mediterráneo, ya que identifican su situación geográfica con la dieta que ingieren sus habitantes; otros se aferran a la idea de que la dieta mediterránea es la que se consumía en el pasado, aquellas típicas recetas de la abuela. Lo más frecuente, no obstante, es que se la defina en base a los alimentos que en ella aparecen con mayor frecuencia, es decir, frutas, verduras, hortalizas, cereales integrales, legumbres, aceite de oliva, etc.

En general cualquier dieta, además de satisfacer las necesidades nutritivas y energéticas de nuestro organismo, debe tener en cuenta las posibles relaciones con el desarrollo de las enfermedades vasculares y degenerativas. Sea como fuere, bien por una simple coincidencia, o por una extrema sabiduría, la mayoría de estudios realizados a lo largo de los últimos 20 años sobre los valores nutricionales más adecuados para el buen funcionamiento del organismo humano, coinciden con los hábitos alimenticios de los países que bordean el mar Mediterráneo. Pero vayamos por partes y detengámonos en algunos puntos clave de la dieta mediterránea.

 

 

 

Los frutos secos

El ácido oleico, que en conjunción con las grasas no saturadas tantas ventajas reporta al sistema circulatorio, no esta sólo presente en el aceite de oliva, sino que los frutos secos también son ricos en esta substancia. La almendra y la avellana, tan presentes en las dietas de los pueblos mediterráneos, son grandes portadores de ácido oleico. La relación de estos alimentos con la prevención de enfermedades del aparato circulatorio es relativamente reciente, aunque es posible encontrar referencias en el libro Blanquerna de Ramon Llull (1252).

Desde el punto de vista dietético, las almendras y las avellanas, consumidas como postres, aperitivos o como ingrediente de salsas y platos típico, tienen la particularidad de que prácticamente la mitad de su peso es ácido oleico, por lo que es otra importante fuente -junto al aceite de oliva- de esta substancia.


El aceite de oliva

Las principales causas de mortalidad en los países desarrollados son las enfermedades cardiovasculares y los diferentes tipos de cáncer. En ambos casos, la dieta supone un importante factor de riesgo. En la población occidental, la mayoría de individuos toma una dieta con altos contenidos de en grasas saturadas de origen animal, colesterol, azúcares refinados y sal, del todo inapropiada, a lo que añaden una actividad física nula o inadecuada.

Todo esto se traduce en aumento de los niveles de colesterol, en hipertensión arterial y en obesidad, así como en alto riesgo de padecer trombosis y otras enfermedades degenerativas. El consumo de aceite de oliva, rico en ácidos monoinsaturados y poliinsaturados, y en ácido oleico, disminuye la concentración de colesterol en la sangre reduciendo ostensiblemente en riesgo de enfermedades, tales como el infarto de miocardio.


La fibra vegetal y las vitaminas

En los 70, se comprobó que los occidentales que vivían en África desarrollaban ciertas enfermedades del aparato digestivo con mayor frecuencia que los nativos. Se observó que los occidentales ingerían una alimentación predominantemente refinada, mientras que los africanos, lo hacían a base de vegetales y cereales no refinados.

Por lo general, el occidental ingiere pocas fibras. En los últimos 30 años se ha reducido drástcamente el consumo de este componente vegetal, sobretodo por la disminución en un 75% del consumo de pan, patatas y legumbres.

Los alimentos más ricos en fibras son los cereales integrales, como el trigo, la cebada y sus derivados, y las legumbres, aunque ciertas frutas y verduras contienen cantidades importantes de fibra. En las harinas, los niveles de fibra dependen de su grado de refinamiento. Actualmente se recomienda que un adulto ingiera diariamente unos 30 gramos de fibra al día. Un estudio realizado en Reus -ciudad española que puede ser considerada como núcleo urbano tipo en el Mediterráneo- aboga unos resultados en el consumo de fibras de 20 y 17 gramos diarios en hombres y mujeres respectivamente.


El vino

La más arraigada de las bebidas mediterráneas resulta ser un buen protector frente a las enfermedades coronarias. Diversos estudios epidemiológicos han puesto de manifiesto que el consumo de moderado -en torno a 20 o 30 gramos diarios- de bebidas alcohólicas reduce a la mitad las posibilidades de padecer problemas de corazón.

Pero no conviene caer en la trampa y empezar a ingerir alcohol con la ilusión de que así se puede mejorar la salud. Sobrepasar los 20 a 30 gramos diarios de alcohol supone una inversión en la tendencia beneficiosa para el organismo, aumentándose el riesgo de padecer problemas del aparato circulatorio -en el corazón especialmente- y de que se desarrollen otros tipos de enfermedades, como la cirrosis hepática.

No existe ningún estudio que demuestre que el consumo generalizado de etanol -principal alcohol presente en las bebidas alcohólicas- reduzca la mortalidad total en el ser humano, por lo que no se justifica la recomendación de la ingestión de bebidas alcohólicas con la finalidad de mejorar la salud en general.

 


¿Sabías que...?

La Dieta Mediterránea no sólo constituye una forma reconocidamente sana de alimentación, sino que muchos de sus platos se erigen como auténticos patrimonios, cargados de historia y de razón de ser. Veamos algunos ejemplos: